30 días de cuarentena institucional, sin prueba

El dia 13 de marzo, Sra. Ramírez regreso a El Salvador de un viaje a Alemania. A su llegada, se le ordenó por el gobierno de El Salvador quedarse durante 30 días en un centro de contención en las afueras de la capital San Salvador. A continuación, Sra. Ramírez cuenta su experiencia mientras el gobierno intenta reducir el peso de la pandemia sobre el sistema de salud del país.

En el marco de nuestro Proyecto para la Prosperidad de Centroamerica (CAPP por sus siglas en inglés), el Instituto George W. Bush ha venido trabajando con una red de líderes de pensamiento de varios puntos de vista personales, profesionales y políticas para promover reformas en las economías de la región para fortalecer el crecimiento económico. Un miembro de esta red, Claudia Ramírez, es periodista y editorialista de La Prensa Gráfica, uno de los más importantes periodicos de El Salvador. 

El dia 13 de marzo, Sra. Ramírez regreso a El Salvador de un viaje a Alemania. A su llegada, se le ordenó por el gobierno de El Salvador quedarse durante 30 días en un centro de contención en las afueras de la capital San Salvador.  A continuación, Sra. Ramírez cuenta su experiencia mientras el gobierno intenta reducir el peso de la pandemia sobre el sistema de salud del país.

El miércoles 11 de marzo, los pasajeros que llegaron al aeropuerto de El Salvador, Oscar Arnulfo Romero, apenas pudieron digerir la noticia. Mientras volaban, el gobierno de El Salvador había decidido poner en una cuarentena institucional a todos los que aterrizaran. Esto significaba que no importando su lugar de partida, irían a centros de contención, establecidos por el gobierno, para intentar detener, o al menos retrasar, el ingreso del COVID-19 al país.

El viernes de esa semana, el 13 de marzo, aterricé en San Salvador proveniente de Alemania y con una escala en México. Para entonces, ya tenía absoluta claridad de que iría a un centro de cuarentena y estaba consciente de que, aunque era una situación muy difícil, era una medida buena para intentar contener la propagación del virus. Estuve fuera del país apenas siete días, invitada por la fundación alemana Friedrich Naumann para conocer sobre el tema de migración, una de las principales preocupaciones por las que trabajamos en el Central America Prosperity Project (CAPP), liderado por el George Bush Institute, y del cual   me siento honrada de formar parte. 

Centro América tiene sistemas de salud precarios y con la creación de estos centros de cuarentena, el Estado salvadoreño quería reducir el número de infecciones y con ello evitar el colapso de la red sanitaria.

Hasta el momento, El Salvador tienen 32 casos confirmados de COVID -19, y de estos, 28 han sido detectados en los centros de contención creados en el país. Actualmente, hay 91 centros de cuarentena y en ellos están albergados 4,098 salvadoreños. También se ha reportado ya la muerte de la primera víctima de COVID-19.

Esta es, por ahora, la principal preocupación de los que actualmente estamos en centros de cuarentena. Cuando la medida fue aplicada, no hubo una disposición epidemiológica para enviarnos a los lugares de resguardo. Terminamos todos revueltos.

Yo ingresé el viernes 13 a la Villa Olímpica, en el municipio de Ayutuxtepeque, departamento de San Salvador. Este es un lugar utilizado para albergar a atletas que llegan del interior del país. Tiene condiciones muy pobres, y allí metieron a más de 325 personas.

La noche del 13 llegamos tres buses, con 30 personas cada una, hombres y mujeres. Y esa noche, dormimos 14 mujeres en un solo cuarto, en siete literas que no tenían ni ropa de cama. Procedíamos de diferentes destinos: Estados Unidos, México, Guatemala, Colombia, Alemania, entre otros.

Si bien la medida de contención parece estar funcionando, también ha convertido a los centros de cuarentena en el principal foco de contagio. Sumado a ello, el país tampoco está realizando pruebas masivas, a la fecha lleva poco menos de 1,000. No están claros los criterios bajo los cuales se realiza la prueba, el único confirmado es si la persona presenta síntomas. Por ejemplo, en un hotel pequeño en el departamento de Chalatenango, de 108 personas, solo a  19 les han hecho la prueba.

Múltiples organismos y especialistas han expresado que una de las mejores estrategias para aplanar la curva del virus es realizar pruebas, pruebas y más pruebas. Algo que el país no está haciendo.

36 horas después de mi ingreso a la Villa Olímpica fui trasladada a un albergue más pequeño, donde solo hay siete mujeres y tres cuartos. Yo estoy completamente aislada y tengo prohibido salir de la habitación, a pesar de que no hay nadie cercano en más de 10 metros a la redonda. Aquí solo han realizado dos pruebas, y tampoco informan oficialmente el resultado. Se puede inferir que el resultado es negativo si no trasladan a la persona de inmediato a un hospital, pero no hay información oficial.

Hoy sumo mi día 18, no he desarrollado ningún síntoma y no me han realizado la prueba.  Aún me quedan 12 días más de cuarentena. 30 días, a pesar de que no existe base científica, puesto que  Infectólogos reconocidos e incluso la Organización Mundial de la Salud hablan de 14 días  de cuarentena.

Lo que algunos de los albergados asumen es que el Estado espera tenernos 15 días para saber si no trajimos el virus del extranjero y otros 15 para saber si no lo adquirimos en un albergue, dado el hacinamiento al que fuimos sometidos los primeros días.

En el país, muchas son las voces que solicitan que los más de 4,000 albergados cumplamos 14 o 21 días, nos sometamos a la prueba, y podamos ir a casa. Pero todavía no hay una respuesta. Esto, quitaría una gran presión económica y social al Ejecutivo que debe pagar alimentación y hospedaje.